
Tenemos la costumbre o mejor dicho, la mala costumbre de equivocarnos y no reconocer nuestros errores. Las personas, tienen dentro de sí, algo que se llama orgullo y cuando éste sale a relucir, no solemos rectificar y reconocer que deberíamos escuchar más y seguir de vez en cuando los consejos dados por aquellas personas que nos quieren y desean nuestro bienestar.
Es complicado tomar una decisión cuando tu cabeza dice una cosa y tu corazón siente otra. Las personas tenemos la suerte de tener la capacidad de razonar, pero hay ocasiones en que no queremos hacerlo.
“Ama a aquella persona que te quiere y no aquella persona que te gusta, porque quién te gusta es un deseo y quien te quiere, una realidad”.
Esa frase lleva sonando en mi cabeza mucho tiempo…
Hace un año apróximadamente, en mi vida existía una persona con la que en pocas ocasiones se podía razonar. Pero yo la quería, la amaba. Todo el mundo me daba consejos y yo estaba tan “ciega” que hice oídos sordos. Aún siendo consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor, no escuché y tomé muchas decisiones de las que aún a día de hoy me arrepiento enormemente. No escuché. No hice caso y no reconocí aquello que me decían que estaba haciendo mal. Sabía que tarde o temprano, tendría que decidir si seguir igual o abandonar. Pero luché hasta última hora en una batalla en la que peleaba sola. Al final, esa persona acabó decidiendo por mi. En su día me hundí como si fuese un barco, pero hoy me alegro de que aquello sucediera. Me alegra saber que esa historia terminó, aunque sin embargo, no me alegra el como.
Me costó muchísimo reconocer todos los fallos que cometí durante año y medio. Pero bueno, aunque no todos lo entienden, cuando te enamoras eres capaz de hacer cosas que jamás imaginabas. Yo casi arruino mi vida y me costó un mundo salir adelante, pero gracias a esas personas que a pesar de yo desatender sus consejos, siguieron ahí, hoy estoy aquí.
Y estoy aquí ahora, pues porque a pesar de que estoy rendida de estos últimos días,desde que llegué esta tarde, me senté en el sofá y bueno, digamos que las pocas palabras que he tenido ocasión de cruzar contigo esta noche han hecho que termine hecha polvo. Es posible que te vayas a América o Asia dentro de unos meses. No me veo capaz de afrontar esa distancia y menos después de esa actitud que sigo sin entender. Continúa el silencio…
Llevo semanas, muuuuchas semanas, peleando con mi corazón y mi cabeza. Y a ti, te acabo de conocer hace un mes o así y te has unido a esa pelea. Una pelea que a mi me está volviendo loca. Realmente.
A ti, mujer extraña, te conocí hace unos meses y me gustaste casi desde el primer momento. Cuando me hablaste no me lo creí… contigo está todo en contra y sin embargo, no puedo dejar de pensar en ti. Mi cabeza dice que no, que te olvide, que acabe con este juego, con ese flirteo, pero… no sé que me pasa contigo que hay ocasiones en que verte es como una necesidad porque es verte, mirarte y la sonrisa sale sola. Y sé, porque para eso está el razonamiento, que tengo que hacer caso a mi cabeza. Pero es que tal vez no quiero hacerlo porque aunque no ocurra jamás nada, eso me basta para estar bien. Es complicado no verte, no poder hablar de forma tranquila y ni siquiera poder ir a tomar café contigo, pero… aunque intente evitarlo no puedo. Te he cogido cariño, me gusta hablar contigo aunque solo sea un rato. Siempre lo más complicado es lo más excitante porque conlleva misterio… No sé de qué manera explicarlo. Lo siento. Es complicado y no quiero decir nada sobre ti que pueda molestarte.
Y a ti, desde primera hora estaba intrigada por saber quién eras y cuando lo supe no di crédito. Las veces que hemos hablado me encantó y bueno, cada día esperaba que llegase la noche para hablar contigo. Cuando te conocí ese fin de semana, al principio se me hizo muy raro, porque es diferente una web cam a tenerte frente a frente. Y al principio no sabía muy bien que decir. Luego, cuando ya fueron pasando las horas, todo cambió y llegó un momento en que pareciera que tuviese 15 años y volviera a los tiempos en que el solo hecho de acercarte a una persona te da vergüenza y te da por reírte y terminas no haciendo nada.
Cuando te abrazaste a mi era extraño. Aunque es una sensación que me encanta. Y cuando vi que iban pasando las horas y seguías abrazada a mi en ese colchón era como que no sabía que hacer. Al final la noche fue muy bien, los complejos quinceañeros se pasaron y ahora nos reímos, pero de repente, ha pasado de ser todo estupendo a…
Ni siquiera sé como continuar la frase, porque no entiendo que es lo que ocurre. Y encima llevo varios días sin entender porque ese cambio de actitud que estás teniendo conmigo me está dejando tan hecha polvo. No entiendo el silencio, el que hayas pasado de hablar conmigo durante horas y horas a hacerlo como mucho una ratito y si acaso…
Así que… al final me parece que sí voy a coger con ganas los cuadrantes de trabajo, porque así, cuando llegue de isla, con cenar y acostarme, tendré más que suficiente. Me va a costar, pero… ahora sí que no voy a hacer nada, ahora quiero ser yo la que quiere hacerse esperar. De ti, mujer extraña no tengo ninguna queja, me encantan todos esos detalles que tienes conmigo. Pero a veces me siento mal porque no quiero ocasionarte problemas. Lo que me dijiste el otro día de hacerte un hueco en mi maleta, ojalá pudiera hacerlo, porque entonces no tendría ningún tipo de reparo en pedirte que me abrazaras todo el rato.
Dije que últimamente, recuerdo bastante bien los sueños que tengo, pero esta vez el sueño ha sido tan real que dudo incluso que lo sea. El caso, es que yo estaba en mi cama, como ahora mismo, pero estaba dormida y notaba la presencia de alguien en mi habitación. Sentía que alguien me observaba, me arropaba con el edredón para que no pasara frío, miraba como dormía, me daba un beso en la mejilla y se iba. Sé, porque me sentí muy bien, que la persona que me daba el beso es alguien conocido, alguien que sabe que necesito ese tipo de gestos ahora. No sé sin embargo si es alguien cercano o alguien a quien no puedo ver. Sé que el beso que me da es muy tierno, me aparta el pelo de la cara y se despide con un “dulces sueños”. Escucho como si abrieran la puerta de mi habitación para salir y es entonces cuando despierto en el sueño y allí no hay nadie. Después despierto realmente y en mi casa tampoco hay nadie. El sueño me ha dejado tocada unos días, a mi vecino de habitación solo le he preguntado si esa mañana entró en mi habitación antes de irse y el jura y perjura que no. Se excusa en una historia que le conté sobre que hubo un incendio en mi bloque una noche y yo ni me enteré de la explosión. Que incluso diciéndome mi ex que despertase que había fuego en el edificio, yo seguí durmiendo. Y él se excusa diciéndome que si hubiese entrado yo no me hubiera ni enterado. Así pues, debió ser un sueño. Me gustaría muchísimo poder acordarme de quién es esa persona que hizo aquello, pero… no pude verle la cara. Solo noté que allí, había alguien que se notaba que me quería.
En fin… hoy es otro de esos días en que parece que he comido lengua y no termino nunca de hablar. La verdad es que soltar todo este discurso sirve de mucho, porque creo que al menos esta noche, voy a dormirla del tirón. Entre el cansancio y el desfogue de escribir todo, creo que voy a dormir la mar de bien. Pues nada, siento la parrafada. Pero por algún lado tenía que soltarlo y ha sido por aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario