Poco a poco, los invitados se afanan junto a la puerta esperando a la llegada de los novios, pero ahora se ha perdido la costumbre de recibirlos en la puerta y ahora se aguarda la llegada de la novia dentro.
Se empieza a escuchar la marcha nupcial y la novia hace su entrada. Novio, padrinos, niño, madre , novia y todos los más allegados, llorando de emoción. Yo por el contrario, aún siendo de los más cercanos, me resulta muy díficil eso de llorar en una boda. Es un día de alegría, no de llantos.
La ceremonia transcurre entre un ataque de risa del padrino de la novia y las diversas locuras que el cura dirigue a la pareja.
El fotógrafo de la boda es mi antiguo jefe, supongo que eso de ir a hacer un reportaje y conocer a uno de los invitados, ha de suponer un pequeño alivio. Estuve hablando con el gran parte de la bienvenida al convite. Me alegra llevarme tan bien con él. Luego cena, brindis, tarta, baile...
Fue para mí un honor asistir a esa boda. Soy de las pocas personas que conocen a la novia desde muuuuy pequeñita, que ha sabido estar a su lado en buenos y malos momentos y saber que nadie la querrá como su amiga de toda la vida que soy. Amigas de esas hay pocas y yo siempre he dicho, que para mí, mi familia son mis amigos principalmente y después mi familia.
Os dejo en la siguiente entrada la foto con los novios y el hijo de ambos.